EXTREMADURA FECUNDA Y DESOLADA

EXTREMADURA FECUNDA Y DESOLADA
Diario ABC, 5 de agosto de 1976

Se habla actualmente mucho de Extremadura como problema; de Extremadura como -región deprimida, despoblada. Una región -se dice- ancha, vasta, dilatada, con extensión pareja y aun superior a la de algunas naciones europeas, y en la que existen amplias comarcas de tierras óptimas, de tierras fecundas, feracísimas, como las que más puedan serio en el país; un territorio que ofrece a la agricultura y a la ganadería enormes perspectivas de productividad y que, sin embargo, su ámbito se ve cada vez más empobrecido y solo. Hay en ella unos pueblos grandes, 'magnos, unos ,pueblos de rancio abolengo histórico, de estructura urbana sólida y alegre, con blancas casitas populares y holgadas mansiones de nobles paramentos, fortalezas antiguas y 1fndas iglesias atesorando muestras diversas de arte; un paisaje diáfano y austero, no exento de una belleza que ha sido tipificadas en el campo pictórico; un afanoso y continuo laboreo de su gente, étnicamente -recia, sobria. callada, de una neta sencillez espiritual. Todo parece estar, pues, dispuesto en ella para que el hombre, su habitador, se sienta placenteramente feliz. No obstante, de unos lustros a esta ,parte, como una sangría incesante y cruenta, innúmeros moradores la tienen que ir abandonando; los políticos, 10s sociólogos, los economistas, estudian el caso y explican, según su particular óptica, el fenómeno. Cada cual tiene su enfoque; a veces coincide 'la visión de unos y otros; en otras ocasiones, por e1 contrario, difieren o descubren aspectos inadvertidos, cuestiones ocultas o sos1ayadas. No falta quien tira por el camino más corto, obviamente tópico y trillado, de la demagogia, y lo achaca a interesados manejos del caciquismo local.

Varios son los condicionantes que, según aducen los comentadores del caso.. abocan a Extremadura al subdesarrollo letal. Estos condicionantes vienen dados por factores de raíz diversa: factores de raíz socioeconómica. técnica y cu1tural; de raiz estructural, de empresa y comercialización; de raíz geopolítica: emplazamiento geográfico, escasez de comunicaciones, falta de imaginación racial, de iniciativa para salir de  los cultivos tradicionales; de origen financiero: una creciente descapitalización que impide aprestar bienes de equipo que modernicen y hagan más productivas y rentables las explotaciones agropecuarias.

Empero, los extremeños intuyen o, mejor dicho, los extremeños saben ya que no está  toda la verdad en esos razonamientos, analizados con el frío y distante escalpelo foráneo del científico; existen otras causas y concausas que contribuyen en no menor medida al descaecimiento de Extremadura. Y no nos referimos a la casi total carencia de industrias, que sin duda es la panacea para "retener" e incluso aumentar la población global, estática y dinámica, establecida dentro de unas fronteras, puesto que nosotros hablamos de la parva desenvoltura vital de la Extremadura inveterada, de la Extremadura del barro y del sudor, la que aporta a la insaciable mesa del español buena parte del pan y el óleo, del tasajo y el licor.

Empecemos por decir que nos encontramos inmersos en una sociedad de consumo, en una sociedad con afanes de lucro y comodidad, y ello 110 deja de constituir un hecho natural; pero quizás haya que aclarar que la tendencia adquisitiva, que la apetencia de goces materiales, de lujo desmedido, de escalamiento social o aparencial, sea mayor que en otras épocas; el antiguo ideal romano de "pan y circo", o el regeneracionista «escueta y despensa", de Joaquín Costa, parece  que podría sustituirse hoy por el de "cesta de compra y bienes de consumo".

Y precisamente en este ideal es donde radica el or1igen del estiaje vital  que en el presente sufre la región extremeña. Ahora las llamadas necesidades básicas, las necesidades elementales para vivir con el decoro que corresponde a la dignidad humana, según los cánones del progreso, no son el clásico terceto de sustento, vivienda y vestido, sino que se redondea con el capitulo de exigencias para alcanzar la comodidad y el refinamiento. Y ello, repetimos, es una aspiración natural y justa. Pero lleva consigo la afirmación de que el concepto de "articulo de primera necesidad"  ha sufrido una ampliación semántica; no son ya sólo artículos de primera necesidad  los dimanantes de la agricultura y la ganadería, sino también toda esa serie de efectos industriales de que tanto se paga el hombre actual. Porque ¿en qué hogar o en qué uso individual no existe tal o cual utensilio mecánico, tal o cual electrodoméstico? ¿Quién se resigna a prescindir del goce de lo que pone a nuestro alcance la tecnología moderna? Y si esto es así y se ofrece como una realidad general, como una realidad apodíctica, la teoría de congelar los precios agrarios -que inciden en la cesta de la compra- y no hacerlo coherentemente con los industriales -que socavan, así mismo, inesquivablemente, el bolsillo del ciudadano- es beneficiar a un sector social, secando, a la par, las fuentes de riqueza del otro.

A Extremadura llegan -como a las CastiIlas, como a Andalucía- las elaboraciones fabriles, los productos manufacturados, las confecciones textiles; los extremeños utilizan los servicios públicos, recurren a las profesiones liberales, solicitan proyectos e informes de los técnicos; y unos, y otros, y todos, pasan indefectiblemente sus crecidas facturas, cobran sus opulentos sueldos, extienden sus minutas sin tasa ni medida. Por el contrario, los precios que les aplican a sus productos naturales son estudiados, discutidos, sopesados políticamente y, si llega el caso, "equilibrados" con importaciones de choque, agudizando la crisis de la empresa agraria, que no puede tener iniciativas, ni soñar con mejoras, ni mimar sus plantaciones, ni asegurar períodos largos de empleo, ni ofrecer elevadas nóminas. En tanto, en sus pueblos, en sus lugares, de tráfago esencialmente rural, el pequeño comercio languidece, las casas no se reforman, las calles están pedregosas, polvorientas...; las escuelas siguen siendo sórdidas, los establecimientos de recreo mezquinos y los talleres, escasos y pobres; las familias se afligen, las viviendas se cierran  poco a poco y ,todo se desangra y arruina...

Esa es la clara y dura realidad de Extremadura: la Extremadura que desconoce la existencia de las cuentas de ahorro y sí el recurso de las pignoraciones; la Extremadura de las emigraciones obrera y del artesanado,de los labrantines y de los piariegos, la que glosan con dolorido acento los poetas y cantautores de la tierra.

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Fernando Pérez Marqués